El árbol Ceiba (Ceiba pentandra (L.) Gaertn) es una de las especies forestales más grandes de la América tropical. Su altura se ubica en un rango entre 20 y 40 metros. No obstante, se han encontrado ejemplares de hasta 70 metros de altura. La ceiba no sólo es de los árboles más altos, sino de los más corpulentos del trópico americano, de hecho pertenece a la familia de los baobab.
Cuando el cronista español Gonzalo Fernández de Oviedo, describió en su Historia general y natural de las Indias las ceibas que había visto en Nicaragua hacia 1526, dijo que estos arboles eran tan colosales que nadie le creería. Así que, antes de describirlos se apresuró a aclarar: “si yo hablase estas cosas sin haber tantos testigos de vista, con temor lo diría”. Y era justificable: Oviedo conoció ceibas de tallos tan impresionantes que quince hombres tomados de las manos no lograban abarcarlos, eran especímenes gigantes cuyas bases medía más de ocho metros de diámetro, el ancho promedio de una carretera de cuatro carriles.
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Oviedo relató que a la sombra de las ceibas se reunían los indígenas de Nicaragua para sus mercados y que tres o cuatro de ellos bastaban para dar sombra a dos mil personas. Este uso del enorme árbol como sitio de reunión continuó muchos años después.
La Ceiba en la cosmovisión prehispánica
Desde la época precolombina, el árbol de la ceiba ha sido reconocido como sagrado en las variadas cosmovisiones y expresiones culturales de los pueblos originarios del sureste mexicano y gran parte de Centroamérica y Sudamérica.
Para los mayas, la ceiba representa el árbol sagrado por excelencia, conocido también como yaxché en lengua maya o tee´ceibo en lengua yokot´an y pochote en otras zonas de México. Este árbol legendario se vincula tanto con los orígenes de los antepasados como con la morada de los dioses, siendo un lugar propicio para las apariciones de seres espectrales como duendes (yumka´en lengua yokot´an), la xtabay u otro tipo de seres del inframundo que tras la conquista española fueron catalogados como demonios.
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A pesar de los desafíos actuales, las ceibas siguen perviviendo en muchos lugares, desafiando la contaminación, la deforestación y la escasa atención que las autoridades les otorgan, a pesar de su significado cultural fundamental.
Según las leyendas mayas, la ceiba es el árbol donde los dioses creadores dieron origen a la raza humana. Otros relatos la presentan como los cuatro árboles de ceiba que sostienen el mundo. En la cosmovisión yokot´an de Tabasco, la ceiba es el lugar donde los dioses creadores formaron al pueblo yokot´an. Esta creencia se refleja en relieves y estelas hallados en zonas arqueológicas, donde la ceiba es considerada el origen del universo.
Históricamente, las grandes ceibas fueron escenario de rituales religiosos y ceremoniales de los antiguos mayas. Con la llegada de los europeos, este árbol continuó siendo venerado y respetado por indígenas y mestizos, a pesar de incidentes como la profanación de una gran ceiba en Centla por Hernán Cortés después de la Batalla de Centla en 1519.
Incluso con la imposición de la religión cristiana, la ceiba siguió desempeñando un papel en la doctrina católica desde los primeros días de la conquista. Un ejemplo destacado es la cruz elaborada con troncos de ceiba donde Fray Bartolomé de Olmedo ofició las primeras misas católicas en América.
A pesar de su importancia cultural, pocos árboles de ceiba son considerados "Históricos". A menudo, estos árboles pasan inadvertidos y son derribados sin tener en cuenta su valor biológico e histórico, pese a que actualmente es una especie protegida.
En la actualidad, quedan pocas ceibas en el sureste mexicano que representan un patrimonio histórico o cultural. Es crucial que las autoridades locales, estatales y nacionales tomen medidas para proteger estos árboles, que fueron venerados, respetados y temidos por los pueblos indígenas.
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La ceiba, que alguna vez fue considerada sagrada, ahora está perdiendo ese estatus gradualmente, y es responsabilidad de las nuevas generaciones reconocer, valorar y respetar este patrimonio cultural para devolverle su misticismo inmortal y su gloria perdida.