La jícara tabasqueña es una de las artesanías más representativas del estado de Tabasco, los trazos de su labrado expresan la cultura en manos de los artesanos a través de diseños de la cultura indígena.
Puede interesarte: Cacao, la moneda más valiosa y deliciosa del mundo
Se trata de un recipiente hecho de la cáscara del fruto llamado jícaro (Crescentia Cujete L), nombre que se generalizó después de la conquista de México.
El constante uso de la jícara, hizo que cada que pueblo la adoptara e identificara con distintos nombres; para los mayas, era ‘luch’, para los mexica, “xicalli” o “tecomatl”; para los chontales de Tabasco, la denominan t’ub, recopiente con ombligo.
Sigue leyendo: El chanchamito, un manjar en Tabasco; checa cómo se prepara
En Tabasco, la jícara es labrada, mientras que el güiro, el cual es una variedad de este árbol, sólo se limpia y se seca dejándose sin adorno.
Jalpa de Méndez es el municipio de mayor reconocimiento por sus jícaras labradas, siendo las comunidades de El Recreo, Chacalapa, Villa Jalupa, y en el centro del municipio, en Villa Luis Gil Pérez y Tamulté de las Sabanas, en el municipio del centro, se encuentran los artesanos más conocidos.
Su origen
Su nombre proviene del náhuatl xicalli (Si ka li): “xi”, significa ombligo, y “call”, recipiente, es decir, “recipiente de ombligo”, en alusión a la protuberancia que tiene cuando es cortado del árbol.
Lee también: Una furgoneta llamada “Sabor a mí”
Entre las culturas americanas, los usos que tenían las jícaras variaban de acuerdo a las necesidades. Su uso principal era como vaso para bebidas calientes o frías, también como floreros y palanganas para lavarse las manos.
A pesar de que en los pueblos nativos de México, poseían otros utensilios para beber manufacturados en barro, la jícara, era el más común o cotidiano.
En tiempos de la Colonia, el uso de la jícara no disminuyó, y como proceso de transculturación los españoles la adoptaron y pasó a formar parte de sus utensilios de cocina.
La planta
El árbol de jícaro llega a medir de 8 a 10 metros de altura, tiene hojas en forma de espátula y las ramas son varas largas con hojas adheridas.
Es de origen del clima tropical, además de requerir un clima caliente de las costas, necesita un suelo arcilloso y fangoso para su crecimiento.
Lee más: Los 10 misterios arqueológicos y antropológicos de Tabasco
Su fruto es de forma esférica, con una medida que varía de los 27 a los 62 centímetros de circunferencia. Mientras está en el árbol es de color verde, pero al ser cortado va tomando un color café oscuro.
Rinde frutos dos veces al año, principalmente entre los meses de febrero y junio.
Quizá te interese: Ix Bolón: la diosa que provocó infortunio en los chontales
En otros estados del país, las jícaras son elaboradas de una planta rastrera (Cucurbita lagenaria) a la que se le denomina calabacero, cuyo fruto es el calabazo, y son finamente pintadas, a diferencia del jícaro que es labrado.
Las jícaras en la actualidad
A pesar de la era moderna, las jícaras aún son utilizadas en las comunidades tabasqueñas para beber pozol, bebida típica de la región hecha a base de maíz cocido y cacao, tradición que heredaron los chontales de los antiguos pueblos mayas.
Síguenos en Facebook: @elheraldodetab y en Twitter: @heraldodetab
En algunas familias, las jícaras son ahumadas sobre el fogón, debido a que consideran que intensifica el sabor del pozol.
En algunas jícaras pequeñas, las comunidades suelen batir el achiote, el cual es una pasta vegetal que se usa como condimento y colorante, y está elaborada con especies y frutos de un árbol de color rojo encendido. Los de mayor tamaño, son utilizadas como coladores para batir pozol, masa de tamales.
Las jícaras suelen ser también un adorno de los altares tabasqueños, al ser utilizadas como floreros.
Con información del Instituto Nacional de Antropología e Historia de Tabasco.