A 53 años del movimiento estudiantil de 1968 en México, vale la pena recordar la forma en la que los cineastas nacionales se han aproximado a una época tan convulsa para el país y para el mundo, recordada lo mismo por la esperanza de cambio social, que por la insensible y trágica respuesta de un Estado autoritario.
Lo que se filmó ese año
El desarrollo de novedosos equipos de filmación, más compactos y accesibles, y la formación de nuevos cineastas en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la UNAM, posibilitaron la filmación de las acciones del movimiento estudiantil, más allá de la mirada parcial de la prensa mexicana de aquellos años.
➡️ El Blanquita, refugio para los que huían en el 68
Uno de los trabajos fundamentales es la obra del cineasta y fotógrafo Óscar Menéndez, quien durante los acontecimientos de julio a octubre, filmó varias de las manifestaciones para difundir en asambleas las acciones y posturas del movimiento. Posterior al 2 de octubre, Menéndez enfocó su cámara en los presos políticos en Lecumberri. Consciente de que el movimiento no había sido derrotado a pesar de la masacre, logró introducir una cámara de cine a la cárcel y filmar a los líderes detenidos.
En 1971 salió del país, temiendo que el Estado mexicano incautara los rollos originales que había filmado y se instaló en Francia. Con todas estas imágenes, más fotografías fijas, Menéndez realizó entre 1968 y 1971 tres películas fundamentales para comprender lo sucedido: Únete pueblo (1968), 2 de octubre, aquí México (1970) e Historia de un documento (1971).
Además del valor como testimonio visual de una época, la obra de Menéndez refleja el compromiso político de un movimiento que sacudió a México. El justo reconocimiento a su obra es uno de los pendientes en la historia del cine mexicano. La Cineteca Nacional restauró y resguarda estas películas para su difusión.
El otro gran documento cinematográfico de la época es El grito (1968–1970). Cuando los alumnos del CUEC, la primera escuela de cine en México fundada en 1963, se dispusieron a participar en el movimiento, decidieron que lo más congruente era hacerlo filmando los acontecimientos. Si bien la dirección corrió a cargo de Leobardo López Arretche, El grito es una película de espíritu colectivo, tanto por su realización, como por la perspectiva con la destaca la participación masiva, las consignas, la música, el ingenio de las pintas y el ánimo festivo y de esperanza que prevalecía.
Centrado principalmente en los hechos ocurridos en la UNAM y con una narración basada en un texto de la periodista Oriana Fallaci, El grito se ha convertido en referencia obligada del cine independiente sobre el 68, en México y el mundo. Como parte de la conmemoración de los 50 años, la Filmoteca de la UNAM preparó una restauración de la cinta que promete devolverle su justo esplendor.
Documentales posteriores
Materiales de corte documental con cronologías sobre los acontecimientos del 68 hay muchos. Vale la pena mencionar, por ejemplo, los que hizo el propio Óscar Menéndez, a manera de continuación de sus reflexiones sobre aquellos meses. En 1978 dirigió 1968: En memoria de José Revueltas; en 1993, A 25 años de México 68; y en 1998, México 68.
Los documentales que destacan por el rigor de su investigación son los realizados por Canal 6 de julio, productora encabezada por Carlos Mendoza que se caracterizan por realizar un cine de contrainformación del los discursos oficiales. El primer documental apareció en 1990, 2 de octubre de veras no se olvida. En 1998 realizaron Batallón Olimpia, documento abierto, y tras la apertura de los archivos clasificados sobre el 68 en el gobierno de Vicente Fox, realizaron cuatro películas más: Operación Galeana: la historia inédita del 2 de octubre de 1968 (2000), Tlatelolco: Las claves de la masacre (2003), 1968: la conexión americana (2008).
Del primero al último de sus documentales hay 18 años de distancia, de nueva información y de nuevas preguntas, de nuevos nombres y responsabilidades; de eso dan cuenta las películas de Canal 6 de julio, lejos de plantearse como documentos acabados. Lo que tienen todos en común es la búsqueda de justicia.
De carácter más testimonial y anecdótico está el Memorial del 68 de Nicolás Echevarría, realizado en 2008 por encargo de la UNAM. Considerado por el propio autor como un “evangelio sobre el 68”, representa una visión a través de 57 entrevistas a miembros del movimiento estudiantil o figuras de la cultura y la política mexicana. No es raro que los testimonio se contrapongan, pues la cinta persigue la recuperación de la memoria colectiva a través del relato de sus protagonistas, con las imprecisiones que esto implica, pero con toda la riqueza de la narración de viva voz.
Además de los equipos de filmación del CUEC y de Menéndez, en el 68 mexicano filmaron las televisoras, periodistas extranjeros y se sabe que también la propia Secretaría de Gobernación, desde donde se encomendó al cineasta Servando González que registrara lo sucedido en Tlatelolco, con equipo y personal de filmación profesional y con un posicionamiento estratégico para no perder detalle. El paradero del material registrado por Servando González es un misterio y de esto se ocupa uno de los más recientes documentales sobre aquel año, Los rollos perdidos del 68 (2012). La exploración lo llevará a la polémica premisa que relaciona el incendio de 1982 en la Cineteca Nacional con el destino de estos rollos.
Las ficciones
Los formatos de filmación como el 16mm y el super 8, impulsaron en los años 60 y 70 en México la realización de películas independientes. Muchos de los ejercicios realizados en estos formatos a partir del 68 continente en esencia el espíritu político y contracultural que envolvía al movimiento estudiantil y, en ese sentido, podrían ser consideradas las primeras películas de ficción que le debemos al 68 mexicano. Recordemos títulos como Mi casa de altos techos (1970), de David Celestinos, El cambio (1971), de Alfredo Joskowics, Los años duros (1973), de Gabriel Retes o Tómalo como quieras (1973) de Carlos González Morantes.
Todo este cine es precedente directo de Canoa (1975) de Felipe Cazals, cinta que, sin abordar directamente el movimiento estudiantil en el DF, explora la tensión, desinformación y la manipulación que imperaba en la época. Inspirada en hechos reales, Canoa cuenta la historia de un grupo de excursionistas de la Universidad de Puebla que en 1968 fueron linchados por pobladores de San Miguel Canoa, azuzados por el delirante párroco local, quien aseguraba que los muchachos eran peligrosos agentes comunistas.
De 1980 es el cortometraje de MaryseSistach¿Y si platicamos de agosto?, un relato íntimo sobre la sexualidad en la adolescencia, en el contexto político del 68. Nueve años después de este cortometraje y a más de veinte de 1968, aparecería el primer largometraje de ficción que abiertamente se centra en los pormenores del movimiento estudiantil y la masacre de Tlatelolco: Rojo amanecer (1989), dirigida por Jorge Fons.
Condensar en los miembros de una sola familia y algunos jóvenes más del movimiento, encerrados en un departamento de Tlatelolco, un gran número de implicaciones que estaban en juego durante los meses de mayor efervescencia política de aquel año, es, sin duda, uno de los mayores méritos de la cinta. La tardanza en su aparición y las concesiones de censura que la producción tuvo que hacer, dan cuenta de las complicaciones para abordar, desde el cine comercial de finales de los 80, un suceso lamentable en el que están implicadas más de una institución del Estado mexicano.
Rojo amanecer tuvo un considerable éxito en taquilla y a la fecha es una película obligada cuando del cine y el 68 mexicano se habla. Curiosamente, la cinta de Fons no parece haber inspirado a los cineastas mexicanos a enfocar sus historias en este asunto, de hecho la única película de ficción que lo aborda directamente es Tlatelolco: Verano del 68 (2012), de Carlos Bolado, una historia de amor al calor de las movilizaciones entre dos jóvenes, él de la UNAM, ella de la Ibero, cuyas historias familiares los enfrentan a serios conflictos éticos.
A 50 años
Las actividades conmemorativas de los 50 años del movimiento estudiantil traen nuevas propuestas audiovisuales sobre el tema. Producida por la UNAM y dirigida por José Manuel Cravioto, se estrenará este año Olimpia, película de ficción que entrelaza cinco historias reales en el contexto del movimiento con imágenes de archivo de aquellos años, incluidas secuencias de El grito. La película explora el estado de ánimo que motivó las manifestaciones populares, en un intento de refrescar la memoria de las nuevas generaciones.
Por otro lado, TV UNAM transmitió recientemente una versión televisiva de trece capítulos de la película dirigida por Carlos Bolado Tlatelolco: Verano del 68. La serie cuenta la misma historia que la versión para cine, pero de manera ampliada.
Finalmente, la plataforma Amazon Prime lanzará a partir del 2 de octubre la serie Un extraño enemigo, dirigida por Gabriel Ripstein. La historia se centra en la figura de Fernando Gutiérrez Barrios, jefe de la Dirección Federal de Seguridad, dependencia implicada en los actos represivos contra el movimiento estudiantil.
El tiempo dirá si estas nuevas aproximaciones a un año clave en la historia contemporánea de México trascienden los reflectores de este año lleno de actividades conmemorativas. Mientras tanto, hay que celebrar por ahora que el cine y los nuevos formatos en boga se acerquen a desentrañarlo desde diferentes ángulos.
El movimiento estudiantil y popular y su trágico desenlace en uno de los crímenes más atroces de la historia reciente, perpetrado por dependencias del Estado mexicano, es un acontecimiento que nos sigue lastimando profundamente. El cine es uno de los dispositivos culturales de alcance popular más efectivos para mantenerlo en la memoria, proceso indispensable para continuar exigiendo justicia.