Como muchas veces lo hacía, se “adelantó” el “Jefe” Valdivia. Algunos minimizaron su salud, deteriorada en los últimos tiempos. Él mismo, no le prestaba gran atención. Intentaba no causar preocupación, ni a su familia, ni a sus amigos. Varios de éstos, no insistían ante la consistente indiferencia del propio “Ingeniero”.
Señales existieron, algunos desvanecimientos, el cambio de color de su piel, que se tornó amarilla. Él insistía en que estaba bien, y, que nadie debía preocuparse, solo aceptó que un hijo lo cuidara.
Vino lo inevitable, lo internaron en la CDMX, en el hospital La Raza, del IMSS, uno de los mejores. Largas dos semanas. Sus amigos permanecieron expectantes; incluso, se medio-olvidaron del asunto, seguros, que, como otras veces, saldría adelante.
Había reservas y preocupación, en la mesa del amigo Víctor Sámano, quizás la última de su especie que apoyó, y, a la que cotidianamente, asistía.
Este “escribidor”, ajeno y desconocedor de la gravedad de su salud, intentó hacerle una llamada, por un asunto institucional, unas horas antes de su lamentable deceso. Sólo me queda el recuerdo de una última bondadosa opinión de él, a un cercano: “Ausencio, es inteligente, sabrá salir adelante”.
Una operación de vesícula, se complicó con una pancreatitis por opresión, originada por un taponamiento del conducto biliar. En plena operación, el endeble estado de nuestro amigo, colapsó, arrebatándole la vida.
José Alfonso Valdivia Martínez, nació en Calvillo, Aguascalientes, el 31 de mayo de 1955. Su familia se trasladó a la CDMX, por lo que su acento, era el de aquellas latitudes. Casó con la señora Elena Chong, un 31 de diciembre, procreando a Óscar y José Alfonso
Estudió en la Facultad de Química, de la UNAM, la carrera de Químico Farmacéutico Biólogo, titulándose con la tesis “Determinación cualitativa de aflatoxinas en alimentos para ganado”.
En los lejanos 80´s se trasladó a Tabasco, a invitación de su cuñado y paisano Mario Oropeza, esposo de su hermana Alma Angelina, ligándose laboralmente, con el entonces Secretario de Finanza, Don Antonio Palavicini Murillo.
Fue profesor, a nivel Bachillerato. Inspector de Alimentos, en la capital del país. Durante el gobierno de Enrique González Pedrero, trabajó en la Comisión de la Feria del Desarrollo del Estado de Tabasco.
Posteriormente, laboró en la Dirección de Comunicación Social y Relaciones Públicas, donde un antiguo reportero atesora el gesto que tuvo con él, cuando Alfonso lo abordó, ante la noticia del nacimiento de un hijo del trabajador de la pluma, para sugerirle, que le abriera una cuenta a su vástago, dándole, discretamente, el dinero, para un primer depósito.
En ambas tareas narradas, su jefe fue el Lic. Ignacio Cobo González. De ahí, para real, el dúo Nacho-Alfonso, funcionó como relojito suizo, pero ya en las empresas del primero. Siempre coordinados, y, evidentemente, con resultados eficaces.
En el 2018, fue nombrado Consejero Ciudadano, de Radio y T.V., en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco
Fue coordinador de Promociones Especiales del Sistema Informativo de Tabasco, corporativo que integran los diarios Presente, Avance y El Sol del Sureste.
Cuidadoso de la discreción, firmaba, la columna Corte de Caja, bajo el nombre de José Martínez. Le encantaban las carnitas. Procuraba, de vez en cuando, un tequila antes, y, otro, después de comer. Se daba tiempo para estar pendiente de lo que iba a publicar Presente y Avance.
Pendiente siempre de la información, uno de sus “vicios”, compartía un monitoreo nacional y local muy completo, a gente de todas sus confianzas.
Daba consejos y orientaciones políticas. Tenía una excelente relación con mandos del ejército y de la policía. Admiraba a Enrique González Pedrero. A quien en vida, le organizaba comidas.
No le gustaba la CDMX. Visitaba frecuentemente sus ranchos, otra pasión. Su generosidad fue inmensa: una trabajadora del Hotel Viva, recuerda con afecto, cuando, ante la inundación del 2007, el “Ingeniero”, hizo hasta lo imposible, para rescatar a una compañera afectada, en la colonia Las Gaviotas.
A muchos, al saludarnos, nos decía Jefe, cuando en verdad, la batuta, de una manera paternal, la llevaba él. Descanse en Paz.