Gudelia Delgado Meza
El sábado 16 de noviembre del presente año, amanecimos con dos feminicidios más. Las víctimas, Erika y Karla, madre e hija originarias del municipio de Paraíso, fueron halladas sin vida en la ranchería San Gregorio del municipio de Jalpa de Méndez.
“Sigan creyendo en cuentos de mugrosos…” se lee en la cartulina que los asesinos dejaron a un lado de los cuerpos de las víctimas. En esa brevedad, a través de unas cuantas líneas, se ilustra con nitidez la raíz misma de la violencia feminicida: hombres que asesinan a mujeres para “controlarlas” a ellas y a los hombres que se relacionan con ellas. El “problema” que desató la furia de los victimarios no era con las víctimas, ellas son sólo instrumentos de venganza, advertencia y demostración de poder. Porque en el sistema patriarcal las mujeres no somos seres humanas por nosotras mismas, sino en razón del hombre o los hombres que nos rodean. Con esa lógica misógina, los hombres que asesinaron a Erika y Karla las utilizaron para amedrentar a sus adversarios.
Los feminicidios de Erika y Karla fueron los números 46 y 47 respectivamente, y, del sábado en que ellas fueron halladas al martes 19 de noviembre ya se sumó uno más: el de Angélica que fue localizada sin vida en el municipio de Paraíso, diez días después de haber sido reportada como desaparecida.
En lo que va del año 2024 llevamos registradas 48 víctimas de feminicidio. Es una cantidad escalofriante, dramática, sin precedentes. Y se vuelve aún más trágica cuando hacemos notar que estas muertes son sólo las documentadas por los medios de comunicación, pues la cifra negra puede incrementar esa cantidad documentada hasta en un 90%.
Una de las detestables consecuencias de la creciente ola feminicida en el estado es su sentido de normalización. Una sociedad sumergida en esta ola de violencia contra las mujeres, acentuada por la violencia contra todas las personas, es una sociedad que cada vez se sorprende menos, exige menos, se indigna menos.
No podemos esperar resultados distintos si el gobierno actúa igual. No vemos a las autoridades preocupadas, escandalizadas, atribuladas o con la urgencia manifiesta de combatir la violencia feminicida en Tabasco. No las vemos ni siquiera posicionarse al respecto. Otra vez la perorata oficial disfrazada de narrativa con afirmaciones como “la culpa la tiene el gobierno anterior” o “tenemos todo bajo control” es exclamada para sorpresa de nadie y permisividad de una ciudadanía aplaudidora o indiferente.
En Tabasco las mujeres sobrevivimos con miedo y con digna rabia. Desde el Frente Abolicionista de Tabasco alzamos la voz para exigir paz, libertad y justicia.
¡Justicia para Bartola, Ana Alicia, Blanca Estela, Damaris Viviana, Alejandra, Rafaela, Laura, Erica, Juana Concepción, Kenia Lizbeth, Mariana, Cleotilde, Rosa Isela, Alicia, Renatta, María, Karen Paola, Rosa Isela, Dulce Gabriela, Hilmara Rubí, Leonor, Dulce, Coni, Rosa Isela, Leidy Vanesa, Monserrat, Dulce Ileana, Patricia, Lucía, Estefany, Genesis, Karina, Nanci Paola, Ana, Elena, Erika, Karla, Angélica y las diez mujeres no identificadas que han sido reportadas como víctimas de feminicidio!
MIRADAS EN POSDATA
Para protestar por las 48 víctimas de feminicidio que han sido reportadas por los medios de comunicación en el año 2024 en el estado, el FRENTE ABOLICIONISTA DE TABASCO convoca a una concentración separatista (exclusiva de mujeres) el lunes 25 de noviembre a las 4:30 p.m. en el monumento a los Niños Héroes, ubicado en la prolongación de la Avenida Paseo Usumacinta.
Porque aun cuando la impunidad oficial y social prevalezcan, nosotras no nos vamos a callar. Mientras vivamos, daremos voz a aquellas que nos han sido arrebatadas. Nos han quitado tanto, ¡que nos han quitado el miedo!
Ahí nos vemos para protestar.