/ martes 23 de julio de 2024

Artilugios / Un libro de poemas de Jeremías Marquines

Varias especies de animales extraños cubiertos de piel jugando en una cueva con un pico mientras Richard Dadd observa desde un calabozo de Bethlem, de Jeremías Marquines.

Pero el cuadro se vuelve aún más perturbador cuando nos enteramos de que Dadd, el pintor del que habla el título de este libro, lo hizo en un calabozo de Bethlem, el manicomio de Londres, donde estaba encerrado por haber decapitado a su padre. El cuadro es siniestro en las dos acepciones del término. Al representar de manera alegórica el asesinato del padre, descoloca los significados tanto del acto mismo como de su representación, distorsionando y exacerbando el sentido mismo del acto pictórico y de la acción asesina. (Pedro Serrano).

Cuando conoces a Jeremías Marquines te explicas muchas cosas. Su actitud es, fue, la de un infante terrible. Es un poeta que anda siempre por el lado salvaje de la Literatura y logra conmovernos por su exceso de ternura o por su extrema circunspección. A lo mejor, el poeta cardenense aboga por un distante monto de poesía. A lo mejor es el delirante aspecto de lo infinitesimal.

El texto que encabeza estas palabras es del poeta Pedro Serrano con quien guarda Marquines una buena amistad. ¿Porqué este libro perturba, desde el título? Porque nunca esperaríamos que voltease a ver nuestro poeta al extraordinario mundo de las hadas. Los gnomos que batallan para componer el carro de la reina Mab, reina de las hadas en una larguísima genealogía que pocos se ocuparon de plantear.

Richard Dadd es uno de esos oscuros artistas que expusieron su obra dentro de la destemplanza. Marquines lo hace también, por lo mismo su libro antes mencionado recibió una fría lectura por parte del entorno literario tabasqueño, difícil de satisfacer por su enorme ignorancia. Dejaremos eso para otro día.

Abrevio el título a Richard Dadd para exponer la sensación del libro, este libro que duele por su enorme continuidad perturbadora, porque en sus meritorios ánimos a veces asume el lector el mismo sentimiento del parricida. Dadd expone desde sus más elementales trazos la muerte de su padre. Edipo decimonónico, Dadd está loco porque la vida así le dio sus luces o sus sombras. Veamos el texto, porque siempre hay que ir al texto.

La desesperanza tiene forma de un sexo grande,

abierto y sinsaboro como los dedos

de una mujer que hace el amor a solas. (XXIV, página 40)

Al recordar la locura de Dadd, Marquines acude a su propia locura, disponiendo las instancias del silencio. O del grito. Primero gritar, después callar, gritar de nuevo, ponerlo todo en verso. El verso de Marquines es largo, pleno de ritmos diversos. Es un ahogo o un fresco licor. Eso sí, no pasa desapercibido. Ahora bien, el texto acude a los largos fragmentos como a los breves. Es una bitácora de locura.

El clavicordio, la celda, el recuerdo del padre, la vistosa lección de ritmo que el poeta agrega al silencio, a la duda, son un poco menos porque del mismo modo, nos llevan a lo más. Si agregamos el cuadro referido, veremos las siniestras pistas que da para la comprensión de la lectura. Se demora uno en ella. No es una obra fácil. ¿Qué obra de Marquines lo es?

Hasta en su más aparente frivolidad, hay una amarga mueca con lo que el clown festeja mientras el alma sufre. Marquines es un gran lector. Su disposición del estro se acomoda para desacomodar las líneas más pertinentes del espectador. Sabia obra, difícil, oscura, terrible.

Dejo algunos datos biográficos, como ya es costumbre. Jeremías Marquines (Villahermosa, 1968). Poeta y periodista. Radica en Acapulco. Forma parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Conaculta. Obtuvo el premio nacional de poesía Efraín Huerta en 1996, el premio internacional de poesía Jaime Sabines en 1998, el premio nacional de poesía Clemencia Isaura en 2003, el premio nacional de poesía Valle del Yaqui 2003 y el premio nacional de poesía Aguascalientes en 2012. Ha publicado El ojo es una alcándara de luz en los espejos (FETA, 1996), Las formas de ser gris adentro (Praxis-Gobierno de Tabasco, 2001), Varias especies de animales extraños cubiertos de piel jugando en una cueva con un pico mientras Richard Dadd observa desde un calabozo de Bethlem (Instituto Estatal de Cultura de Tabasco, 2008), Dónde tiene el hoyo la Pantera Rosa (Letras de Pasto Verde, 2009) y Acapulco Golden (Era, 2012).

Varias especies de animales extraños cubiertos de piel jugando en una cueva con un pico mientras Richard Dadd observa desde un calabozo de Bethlem, de Jeremías Marquines.

Pero el cuadro se vuelve aún más perturbador cuando nos enteramos de que Dadd, el pintor del que habla el título de este libro, lo hizo en un calabozo de Bethlem, el manicomio de Londres, donde estaba encerrado por haber decapitado a su padre. El cuadro es siniestro en las dos acepciones del término. Al representar de manera alegórica el asesinato del padre, descoloca los significados tanto del acto mismo como de su representación, distorsionando y exacerbando el sentido mismo del acto pictórico y de la acción asesina. (Pedro Serrano).

Cuando conoces a Jeremías Marquines te explicas muchas cosas. Su actitud es, fue, la de un infante terrible. Es un poeta que anda siempre por el lado salvaje de la Literatura y logra conmovernos por su exceso de ternura o por su extrema circunspección. A lo mejor, el poeta cardenense aboga por un distante monto de poesía. A lo mejor es el delirante aspecto de lo infinitesimal.

El texto que encabeza estas palabras es del poeta Pedro Serrano con quien guarda Marquines una buena amistad. ¿Porqué este libro perturba, desde el título? Porque nunca esperaríamos que voltease a ver nuestro poeta al extraordinario mundo de las hadas. Los gnomos que batallan para componer el carro de la reina Mab, reina de las hadas en una larguísima genealogía que pocos se ocuparon de plantear.

Richard Dadd es uno de esos oscuros artistas que expusieron su obra dentro de la destemplanza. Marquines lo hace también, por lo mismo su libro antes mencionado recibió una fría lectura por parte del entorno literario tabasqueño, difícil de satisfacer por su enorme ignorancia. Dejaremos eso para otro día.

Abrevio el título a Richard Dadd para exponer la sensación del libro, este libro que duele por su enorme continuidad perturbadora, porque en sus meritorios ánimos a veces asume el lector el mismo sentimiento del parricida. Dadd expone desde sus más elementales trazos la muerte de su padre. Edipo decimonónico, Dadd está loco porque la vida así le dio sus luces o sus sombras. Veamos el texto, porque siempre hay que ir al texto.

La desesperanza tiene forma de un sexo grande,

abierto y sinsaboro como los dedos

de una mujer que hace el amor a solas. (XXIV, página 40)

Al recordar la locura de Dadd, Marquines acude a su propia locura, disponiendo las instancias del silencio. O del grito. Primero gritar, después callar, gritar de nuevo, ponerlo todo en verso. El verso de Marquines es largo, pleno de ritmos diversos. Es un ahogo o un fresco licor. Eso sí, no pasa desapercibido. Ahora bien, el texto acude a los largos fragmentos como a los breves. Es una bitácora de locura.

El clavicordio, la celda, el recuerdo del padre, la vistosa lección de ritmo que el poeta agrega al silencio, a la duda, son un poco menos porque del mismo modo, nos llevan a lo más. Si agregamos el cuadro referido, veremos las siniestras pistas que da para la comprensión de la lectura. Se demora uno en ella. No es una obra fácil. ¿Qué obra de Marquines lo es?

Hasta en su más aparente frivolidad, hay una amarga mueca con lo que el clown festeja mientras el alma sufre. Marquines es un gran lector. Su disposición del estro se acomoda para desacomodar las líneas más pertinentes del espectador. Sabia obra, difícil, oscura, terrible.

Dejo algunos datos biográficos, como ya es costumbre. Jeremías Marquines (Villahermosa, 1968). Poeta y periodista. Radica en Acapulco. Forma parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Conaculta. Obtuvo el premio nacional de poesía Efraín Huerta en 1996, el premio internacional de poesía Jaime Sabines en 1998, el premio nacional de poesía Clemencia Isaura en 2003, el premio nacional de poesía Valle del Yaqui 2003 y el premio nacional de poesía Aguascalientes en 2012. Ha publicado El ojo es una alcándara de luz en los espejos (FETA, 1996), Las formas de ser gris adentro (Praxis-Gobierno de Tabasco, 2001), Varias especies de animales extraños cubiertos de piel jugando en una cueva con un pico mientras Richard Dadd observa desde un calabozo de Bethlem (Instituto Estatal de Cultura de Tabasco, 2008), Dónde tiene el hoyo la Pantera Rosa (Letras de Pasto Verde, 2009) y Acapulco Golden (Era, 2012).