/ miércoles 17 de julio de 2024

Artilugios / PARLAMAS, poesía reunida de Roberto Rico (1991-2000)

Debo un texto al poeta Roberto Rico quien hace algunos, varios, años me envió su poesía reunida en un volumen de nombre curioso Parlamas. O sea, un conjunto de tortugas, y se documenta por primera vez, con la acepción reptil marino de la familia de los quelonios de hasta 80 centímetros de longitud y 50 kilos de peso, con el caparazón de color verde oliva y la mandíbula en forma de pico; vive en mares tropicales. En 1880, en un artículo de F. Sumichrast publicado en La Naturaleza (México) con este valor la voz parece propia de México y Guatemala.

Desde hace algunos años la literatura nos regaló criaturas fantásticas con forma de tortugas gigantes, que tenían un papel muy importante en la construcción de su mundo, siendo Maturin de Stephen King una de las más importantes.

Pero, la idea de una tortuga que sostiene al mundo no es para nada nueva, de hecho tiene miles de años de historia. Esta mítica bestia es la que sostiene la poética del chiapaneco Roberto Rico.

Los poemas de Roberto Rico distan mucho de ser lentos, como las parlamas. Son ágiles, decididos, audaces muchas veces. Conjuga su languidez con la asiduidad de sus poetas emblemáticos, él señala a Lezama Lima. Yo encontré a Valery o al primer Gorostiza de Canciones para cantar en las barcas. Dicho esto, quisiera definir a nuestro poeta con algunos rasgos biográficos.

Me lo presentó Ramón Bolívar (que ahora se ha puesto de moda) en un encuentro de escritores del Sureste en Tuxtla Gutiérrez, capital de la hermana república chiapaneca. Roberto y Ramón intercambiaban señales. Uno desde la alta poesía pelliceriana, el otro desde sus abismales poemas. Era un encanto verlos hablar. Es más, yo que siempre hablo porque mi voz me encanta, decidí guardar un prudente silencio para dejar que los poetas coloquiasen cual centauros en un páramo de espejos.

Los poemas de Parlamas reúnen la poesía de nuestro amigo desde 1991 hasta el año 2000. Nueve años donde encontramos una de las voces más significativas de Chiapas. Él mismo se sabe chiapaneco pues no deja de referir alguna dedicatoria a Raúl Garduño. Cito.

Su sueño, intimidad que asoma a flor de párpados la muerte,

cataplasma de fría yerbasanta, latido vegetal,

ajeno al frenesí genésico del recién nacido,

es la carne reescrita por el lápiz médium de que se vale la Huesuda

moribundo Caronte

al que hipnotiza

la paletada espesa de su remo. (pag 31)

Así bambolea sus versos Rico. La estampa del amigo, la voz de la especie, la sensación de lo inefable. Otro texto.

En Seraphius oboe significa

corazón abrumado. (pag. 57).

El corazón del quelonio late como un cíngulo vibrante. Algunas veces el libro nos obliga a detenernos, como si un ángel nos hablase, como si un perenne campo de amapolas ensoñase nuestros sentidos. No es ajeno Rico a sus efectos. Cito

Errabundez arábiga,

La mancha humana crece.

Ha perdido su cuenta. Su destino

y origen son escritos

a mitad del eclipse que la borra. (pag. 72).

Qué ironía de sonidos, qué imágenes tan concretas, aunque yo esté diciendo un despropósito. Qué pálpitos sinuosos que el poeta circunscribe a una realidad distante. La poesía de Rico trascenderá porque es un átono fluir de sombras vanas. Cito una vez más.

El trapeador trapea, danza

Con propiedad, se apropia de las muescas

Del mosaico que al tiempo cuadricula. (pag. 150).

La carga musical no sucede a los sonidos. Se aferra nombrando su soundtrack personal. Mahler, Mozart, así como los tempos que dirimen sus encantos, alegro, lento, maestoso en un sitio. Todo música, la música de las parlamas. Esa música que el poeta distrae de los mares para que suenen en las páginas del libro.

Recuperar a Roberto Rico es un sendero que nos llevará al clásico remate donde el director mueve con fuerza la batuta, lado a lado, de arriba abajo, en diagonal o en línea recta.

Por sinalefa conceptual de un dédalo

Sensible, recolecto frutos

del eucalipto. (pag. 219).

Ahí está el remate. Así queda, para cimbrar nuestros oídos, para realzar nuestros modos, para distinguir la música del quelonio.

Así se compone la poesía de nuestro poeta. Qué difícil es a veces referirse al amigo que poetiza porque casi siempre el amigo no lo hace bien. Aquí está Roberto Rico, pleno de agradables poemas, de sinuosas referencias, enganchado en los poemas de sus más ceñudos manes.

Si quisiéramos encontrar un pelito en el arroz sería la brevedad. 220 páginas no son tan amplias para asumir todo un universo, todo un océano, toda una historia escrita en el caparazón de la parlama.

Debo un texto al poeta Roberto Rico quien hace algunos, varios, años me envió su poesía reunida en un volumen de nombre curioso Parlamas. O sea, un conjunto de tortugas, y se documenta por primera vez, con la acepción reptil marino de la familia de los quelonios de hasta 80 centímetros de longitud y 50 kilos de peso, con el caparazón de color verde oliva y la mandíbula en forma de pico; vive en mares tropicales. En 1880, en un artículo de F. Sumichrast publicado en La Naturaleza (México) con este valor la voz parece propia de México y Guatemala.

Desde hace algunos años la literatura nos regaló criaturas fantásticas con forma de tortugas gigantes, que tenían un papel muy importante en la construcción de su mundo, siendo Maturin de Stephen King una de las más importantes.

Pero, la idea de una tortuga que sostiene al mundo no es para nada nueva, de hecho tiene miles de años de historia. Esta mítica bestia es la que sostiene la poética del chiapaneco Roberto Rico.

Los poemas de Roberto Rico distan mucho de ser lentos, como las parlamas. Son ágiles, decididos, audaces muchas veces. Conjuga su languidez con la asiduidad de sus poetas emblemáticos, él señala a Lezama Lima. Yo encontré a Valery o al primer Gorostiza de Canciones para cantar en las barcas. Dicho esto, quisiera definir a nuestro poeta con algunos rasgos biográficos.

Me lo presentó Ramón Bolívar (que ahora se ha puesto de moda) en un encuentro de escritores del Sureste en Tuxtla Gutiérrez, capital de la hermana república chiapaneca. Roberto y Ramón intercambiaban señales. Uno desde la alta poesía pelliceriana, el otro desde sus abismales poemas. Era un encanto verlos hablar. Es más, yo que siempre hablo porque mi voz me encanta, decidí guardar un prudente silencio para dejar que los poetas coloquiasen cual centauros en un páramo de espejos.

Los poemas de Parlamas reúnen la poesía de nuestro amigo desde 1991 hasta el año 2000. Nueve años donde encontramos una de las voces más significativas de Chiapas. Él mismo se sabe chiapaneco pues no deja de referir alguna dedicatoria a Raúl Garduño. Cito.

Su sueño, intimidad que asoma a flor de párpados la muerte,

cataplasma de fría yerbasanta, latido vegetal,

ajeno al frenesí genésico del recién nacido,

es la carne reescrita por el lápiz médium de que se vale la Huesuda

moribundo Caronte

al que hipnotiza

la paletada espesa de su remo. (pag 31)

Así bambolea sus versos Rico. La estampa del amigo, la voz de la especie, la sensación de lo inefable. Otro texto.

En Seraphius oboe significa

corazón abrumado. (pag. 57).

El corazón del quelonio late como un cíngulo vibrante. Algunas veces el libro nos obliga a detenernos, como si un ángel nos hablase, como si un perenne campo de amapolas ensoñase nuestros sentidos. No es ajeno Rico a sus efectos. Cito

Errabundez arábiga,

La mancha humana crece.

Ha perdido su cuenta. Su destino

y origen son escritos

a mitad del eclipse que la borra. (pag. 72).

Qué ironía de sonidos, qué imágenes tan concretas, aunque yo esté diciendo un despropósito. Qué pálpitos sinuosos que el poeta circunscribe a una realidad distante. La poesía de Rico trascenderá porque es un átono fluir de sombras vanas. Cito una vez más.

El trapeador trapea, danza

Con propiedad, se apropia de las muescas

Del mosaico que al tiempo cuadricula. (pag. 150).

La carga musical no sucede a los sonidos. Se aferra nombrando su soundtrack personal. Mahler, Mozart, así como los tempos que dirimen sus encantos, alegro, lento, maestoso en un sitio. Todo música, la música de las parlamas. Esa música que el poeta distrae de los mares para que suenen en las páginas del libro.

Recuperar a Roberto Rico es un sendero que nos llevará al clásico remate donde el director mueve con fuerza la batuta, lado a lado, de arriba abajo, en diagonal o en línea recta.

Por sinalefa conceptual de un dédalo

Sensible, recolecto frutos

del eucalipto. (pag. 219).

Ahí está el remate. Así queda, para cimbrar nuestros oídos, para realzar nuestros modos, para distinguir la música del quelonio.

Así se compone la poesía de nuestro poeta. Qué difícil es a veces referirse al amigo que poetiza porque casi siempre el amigo no lo hace bien. Aquí está Roberto Rico, pleno de agradables poemas, de sinuosas referencias, enganchado en los poemas de sus más ceñudos manes.

Si quisiéramos encontrar un pelito en el arroz sería la brevedad. 220 páginas no son tan amplias para asumir todo un universo, todo un océano, toda una historia escrita en el caparazón de la parlama.