/ miércoles 21 de agosto de 2024

Artilugios / EL CLUB DUMAS, de Arturo Pérez Reverte.

La novela quiere parodiar esas grandes novelas de intriga como El nombre de la rosa que es su referente más inmediato.

En ella, Pérez Reverte logra salvarse de sus otros intentos, por demás baladíes. El club Dumas parte del encuentro de una versión del capítulo El vino de Anjou de la obra dumaciana donde los cuatro mosqueteros se salvan de ser envenenados porque un soldado enemigo se toma el vino que les han enviado. Dartagnan, noble y buen amigo, desmiente a esto y conforta al soldado que muere en santa paz.

La nueva versión trae consigo una serie de asesinatos que deben ser resueltos por el investigador y cazador de libros Lucas Corso. Pérez Reverte da la consigna desde las primeras páginas cuando el narrador recibe al cazador en su oficina y lo compara con el inicio de la novela Scaramouche, de Sabattini.

Nació con el don de la risa y con la intuición de que el mundo estaba loco. Y ese era todo su patrimonio.

El narrador y Corso ofrecen este inicio como santo y seña. Después, el narrador, dueño de una editorial importante y catedrático en una o dos universidades, pide al cazador que localice el capítulo en cuestión. El capítulo provocó la muerte del propietario. A partir de ese momento, Lucas Corso localiza dos libros, uno el ya consabido y el otro un libro de un ocultismo severamente aterrador, El libro de las nueve puertas para el millonario Boris Balkan quien colecciona libros escritos sobre o por el Diablo. Manuel Mujica Láinez en su delicioso libro El viaje de los siete demonios lo dice muy claro. El Diablo es el Diablo. los otros nombres más o menos rimbombantes son de sus adláteres.

Balkan le da señas para localizar el libro. Solo hay tres copias. Cada una en poder de tres editores o coleccionistas que lo guardan celosamente. Corso se enfrente entonces a las huestes del infierno que deben, necesitan, resguardar el libro impidiendo que aun se conozca. Los impresores Pedro y Pablo Ceniza que en la película los representa un solo actor José López Rodero, le dan suficientes pistas para que localice ese libro de malvadas intenciones.

Lo brillante de la novela es que el autor dispone del amplio mundo detectivesco al servicio de la historia de esos libros prohibidos que todas las culturas tienen. El libro de las nueve puertas. Corso se convierte a partir de ese momento protagonista y víctima. La aparición de Irene Adler, otro guiño al lector pues ese es el nombre de un personaje que aparece en varios cuentos de Sherlock Holmes. Watson aclara que Holmes la llama siempre “La mujer” y está solo como mención en Escándalo en Bohemia (1891) Un caso de identidad en el mismo año y al año siguiente La aventura del carbunclo azul. La chica que encuentra y salva a Corso varias veces es como un ángel. El mismo Pérez Reverte sale de su precisión cotidiana para ofrecernos un lírico momento. Cito.

Había más belleza en aquella suave línea curva que en una melodía, una escultura, un poema o cuadro. Se aproximó para oler el cuello tibio, y en ese momento su propio pulso se puso a martillear más fuerte, despertándole la carne. Tranquilo, se dijo. Sangre fría y nada de pánico esta vez. Procedamos. Ignoraba cuánto podría mantenerse aquello, así que apagó precipitadamente el cigarrillo en el cenicero de la mesa de noche para pegarse a la chica, comprobando que su organismo respondía al estímulo—de modo satisfactorio. (pag. 200).

El amor. Solo eso podría salvar al cazador de libros. Pero alguien lo dijo por ahí. Una buena novela de detectives no tiene una historia de amor. La chica, al parecer, es un ángel enviado por esas otras potencias, las celestiales, que protegen al cazador porque su búsqueda es buena.

Pérez Reverte concreta un guiso bien cocinado, cuidando de nos agregar más de lo conveniente otros libros de Dumas… O Conan Doyle. Esa es una de las virtudes del libro. La otra virtud es la dosificación de cadáveres. Teiller, el propietario del manuscrito; Fargas el coleccionista portugués o la baronesa Unger irán ofreciendo sus vidas por la causa. Quizá el demonio se entrometió demasiado en los anales que Balkan, o Corso mismo, deberían proteger. O quizá el Diablo ofreció el capítulo de Dumas a cambio de que no buscasen el otro libro el de Las nueve puertas.

En el contenido de este manual de ocultismo y diabolicidades encontramos la historia del mismo Dumas quien, apasionado del mundo espiritista, logra a través de su amante Adah Menken. De ella hace un retrato muy concreto el autor por boca del catedrático. Cito.

—¿Era aficionada a la magia negra?

—Eso dicen. Le gustaban las ceremonias extrañas, vestirse con una túnica, quemar incienso y ofrendar cosas al señor de las tinieblas… A veces se decía poseída de Satanás, con una variada serie de connotaciones que hoy calificaríamos como pornográficas. Estoy seguro de que el viejo Dumas nunca creyó una palabra, pero tuvo que divertirse mucho con la puesta en escena. Creo que cuando la Menken estaba poseída por el diablo era muy ardiente en la cama. (pag. 78).

Desde aquí, la visión del libro nos permite acercarnos a una de las más apasionantes historias de crimen y misterios. En la novela aparece, casi al final, ese club Dumas que da título. La película de Roman Polanski no. Uno de los momentos más curiosos es donde se cierra un cliché que, aun cuando pareciera algo forzado, no lo es. Cito nuevamente.

La parte discursiva considera aquellos elementos relacionados con la escritura y cómo se presenta en la novela. Por ejemplo, conceptos reiterativos propios del género policial: Nada espectacular, me temo; sobre todo en estos tiempos donde los suicidios se disfrazan de homicidios, vale decir, se da un preámbulo de supuestos homicidios porque toda novela policial para que sea efectiva debe enmarcarse alrededor de un muerto, por lo menos en la primera etapa del género.( Capítulo «El vino de Anjou», 15).

Otro ejemplo.

−Escucha, idiota. En las historias de misterio siempre muere el amigo. ¿Captas el silogismo?... Esta es una historia de misterio y tú eres mi amigo -le dedicó un guiño cargado de lógica abrumadora−. Así que llevas todas las papeletas (Capítulo Remember, 169); o sea, Lucas Corso, se sabe un personaje de novela policial, de modo que justifica sus pasos según la estructura del género.

Y cuando pareciera que se dará el sorpresivo final, entonces encontramos la huida de Irene así como la desaparición del libro maldito.

Logra Pérez Reverte un trabajo de silenciosas y evidentes larguezas que nos acompañarán pronto… Quizá no, pero las pesquisas acompañadas por los datos, por la historia, por la apabullante figura de Dumas y de su vasta obra que lo mismo tiene de teatro, novelas, libros de viaje y alguno de ocultismo, nos ofrecen una deliciosa obra.

Arturo Pérez Reverte es un gran escritor, al menos en ese tiempo. Sus últimas declaraciones no son realmente humildes o silenciosas.

Les dejo su opinión sobre la película de Polanski realizada en 1999. Tomo la nota del artículo de John Tones para Espinoff.

Polanski, durante casi toda la película, rueda de forma tranquila y sosegada, sin histerias narrativas, por muy atroz que sea lo que está mostrando. El mejor ejemplo está en la sensacional secuencia que abre la película, antes de los créditos, donde un personaje que adquirirá importancia más adelante, escribe una larga nota, y después tranquilamente, se ahorca en la lámpara.

Polanski lo muestra todo sin artificios, con un empleo del sonido inquietante y soberbio (ese rascar de la pluma contra el papel, un impío y malvado precedente de toda esa orgía de biblio-sonidos que mencionábamos más arriba) y sin banda sonora.

La novela quiere parodiar esas grandes novelas de intriga como El nombre de la rosa que es su referente más inmediato.

En ella, Pérez Reverte logra salvarse de sus otros intentos, por demás baladíes. El club Dumas parte del encuentro de una versión del capítulo El vino de Anjou de la obra dumaciana donde los cuatro mosqueteros se salvan de ser envenenados porque un soldado enemigo se toma el vino que les han enviado. Dartagnan, noble y buen amigo, desmiente a esto y conforta al soldado que muere en santa paz.

La nueva versión trae consigo una serie de asesinatos que deben ser resueltos por el investigador y cazador de libros Lucas Corso. Pérez Reverte da la consigna desde las primeras páginas cuando el narrador recibe al cazador en su oficina y lo compara con el inicio de la novela Scaramouche, de Sabattini.

Nació con el don de la risa y con la intuición de que el mundo estaba loco. Y ese era todo su patrimonio.

El narrador y Corso ofrecen este inicio como santo y seña. Después, el narrador, dueño de una editorial importante y catedrático en una o dos universidades, pide al cazador que localice el capítulo en cuestión. El capítulo provocó la muerte del propietario. A partir de ese momento, Lucas Corso localiza dos libros, uno el ya consabido y el otro un libro de un ocultismo severamente aterrador, El libro de las nueve puertas para el millonario Boris Balkan quien colecciona libros escritos sobre o por el Diablo. Manuel Mujica Láinez en su delicioso libro El viaje de los siete demonios lo dice muy claro. El Diablo es el Diablo. los otros nombres más o menos rimbombantes son de sus adláteres.

Balkan le da señas para localizar el libro. Solo hay tres copias. Cada una en poder de tres editores o coleccionistas que lo guardan celosamente. Corso se enfrente entonces a las huestes del infierno que deben, necesitan, resguardar el libro impidiendo que aun se conozca. Los impresores Pedro y Pablo Ceniza que en la película los representa un solo actor José López Rodero, le dan suficientes pistas para que localice ese libro de malvadas intenciones.

Lo brillante de la novela es que el autor dispone del amplio mundo detectivesco al servicio de la historia de esos libros prohibidos que todas las culturas tienen. El libro de las nueve puertas. Corso se convierte a partir de ese momento protagonista y víctima. La aparición de Irene Adler, otro guiño al lector pues ese es el nombre de un personaje que aparece en varios cuentos de Sherlock Holmes. Watson aclara que Holmes la llama siempre “La mujer” y está solo como mención en Escándalo en Bohemia (1891) Un caso de identidad en el mismo año y al año siguiente La aventura del carbunclo azul. La chica que encuentra y salva a Corso varias veces es como un ángel. El mismo Pérez Reverte sale de su precisión cotidiana para ofrecernos un lírico momento. Cito.

Había más belleza en aquella suave línea curva que en una melodía, una escultura, un poema o cuadro. Se aproximó para oler el cuello tibio, y en ese momento su propio pulso se puso a martillear más fuerte, despertándole la carne. Tranquilo, se dijo. Sangre fría y nada de pánico esta vez. Procedamos. Ignoraba cuánto podría mantenerse aquello, así que apagó precipitadamente el cigarrillo en el cenicero de la mesa de noche para pegarse a la chica, comprobando que su organismo respondía al estímulo—de modo satisfactorio. (pag. 200).

El amor. Solo eso podría salvar al cazador de libros. Pero alguien lo dijo por ahí. Una buena novela de detectives no tiene una historia de amor. La chica, al parecer, es un ángel enviado por esas otras potencias, las celestiales, que protegen al cazador porque su búsqueda es buena.

Pérez Reverte concreta un guiso bien cocinado, cuidando de nos agregar más de lo conveniente otros libros de Dumas… O Conan Doyle. Esa es una de las virtudes del libro. La otra virtud es la dosificación de cadáveres. Teiller, el propietario del manuscrito; Fargas el coleccionista portugués o la baronesa Unger irán ofreciendo sus vidas por la causa. Quizá el demonio se entrometió demasiado en los anales que Balkan, o Corso mismo, deberían proteger. O quizá el Diablo ofreció el capítulo de Dumas a cambio de que no buscasen el otro libro el de Las nueve puertas.

En el contenido de este manual de ocultismo y diabolicidades encontramos la historia del mismo Dumas quien, apasionado del mundo espiritista, logra a través de su amante Adah Menken. De ella hace un retrato muy concreto el autor por boca del catedrático. Cito.

—¿Era aficionada a la magia negra?

—Eso dicen. Le gustaban las ceremonias extrañas, vestirse con una túnica, quemar incienso y ofrendar cosas al señor de las tinieblas… A veces se decía poseída de Satanás, con una variada serie de connotaciones que hoy calificaríamos como pornográficas. Estoy seguro de que el viejo Dumas nunca creyó una palabra, pero tuvo que divertirse mucho con la puesta en escena. Creo que cuando la Menken estaba poseída por el diablo era muy ardiente en la cama. (pag. 78).

Desde aquí, la visión del libro nos permite acercarnos a una de las más apasionantes historias de crimen y misterios. En la novela aparece, casi al final, ese club Dumas que da título. La película de Roman Polanski no. Uno de los momentos más curiosos es donde se cierra un cliché que, aun cuando pareciera algo forzado, no lo es. Cito nuevamente.

La parte discursiva considera aquellos elementos relacionados con la escritura y cómo se presenta en la novela. Por ejemplo, conceptos reiterativos propios del género policial: Nada espectacular, me temo; sobre todo en estos tiempos donde los suicidios se disfrazan de homicidios, vale decir, se da un preámbulo de supuestos homicidios porque toda novela policial para que sea efectiva debe enmarcarse alrededor de un muerto, por lo menos en la primera etapa del género.( Capítulo «El vino de Anjou», 15).

Otro ejemplo.

−Escucha, idiota. En las historias de misterio siempre muere el amigo. ¿Captas el silogismo?... Esta es una historia de misterio y tú eres mi amigo -le dedicó un guiño cargado de lógica abrumadora−. Así que llevas todas las papeletas (Capítulo Remember, 169); o sea, Lucas Corso, se sabe un personaje de novela policial, de modo que justifica sus pasos según la estructura del género.

Y cuando pareciera que se dará el sorpresivo final, entonces encontramos la huida de Irene así como la desaparición del libro maldito.

Logra Pérez Reverte un trabajo de silenciosas y evidentes larguezas que nos acompañarán pronto… Quizá no, pero las pesquisas acompañadas por los datos, por la historia, por la apabullante figura de Dumas y de su vasta obra que lo mismo tiene de teatro, novelas, libros de viaje y alguno de ocultismo, nos ofrecen una deliciosa obra.

Arturo Pérez Reverte es un gran escritor, al menos en ese tiempo. Sus últimas declaraciones no son realmente humildes o silenciosas.

Les dejo su opinión sobre la película de Polanski realizada en 1999. Tomo la nota del artículo de John Tones para Espinoff.

Polanski, durante casi toda la película, rueda de forma tranquila y sosegada, sin histerias narrativas, por muy atroz que sea lo que está mostrando. El mejor ejemplo está en la sensacional secuencia que abre la película, antes de los créditos, donde un personaje que adquirirá importancia más adelante, escribe una larga nota, y después tranquilamente, se ahorca en la lámpara.

Polanski lo muestra todo sin artificios, con un empleo del sonido inquietante y soberbio (ese rascar de la pluma contra el papel, un impío y malvado precedente de toda esa orgía de biblio-sonidos que mencionábamos más arriba) y sin banda sonora.