Vi esta película muy joven y mi fascinación con el director apareció en ese instante. Era un cinema frente al malecón de Villahermosa, cinema Superior donde en la última función el proyeccionista que ya quería irse temprano eliminaba 10 minutos de la cinta. Muchas veces quisimos reclamarlo, pero como siempre, para fiscalizar que nadie fumara, ni en el lobby, había alguien. Para el reclamo, nadie. Eran cosas de la vieja Villahermosa que ya no pasan… Bueno, no es verdad. Aun suceden. Pero ese es tema de otro artículo.
Vi Doble de cuerpo, dije en un principio. Doy una breve ficha cinematográfica. Dirigida por Brian de Palma, de 1984, canción Relax. Elenco, y aquí viene el primer caso.
Jake Scully (Craig Wasson) es un actor en apuros que ha perdido su papel de vampiro en una película de terror de bajo presupuesto, después de que su claustrofobia frustrara el rodaje. Después del trabajo regresa a casa y descubre que su novia lo engaña, se separa y se queda sin un lugar donde quedarse (la residencia le pertenece a ella). En una clase de actuación de método, conoce a Sam Bouchard (Gregg Henry), quien presta mucha atención a la revelación de Scully sobre sus miedos y la causa infantil de su claustrofobia. Van a un bar donde a Scully le ofrecen un lugar para quedarse; un rico amigo de Sam se ha ido de viaje a Europa y necesita un cuidador para su casa ultramoderna en Hollywood Hills.
Craig Wasson realiza su propio devenir actoral. Es un hombre que se ayunta en las más peculiares empresas. Una película de bajo presupuesto, en otra hizo Petruchio en La fierecilla domada, hizo algún otro trabajo, dice a todos los que lo entrevistan. Pero nadie le da trabajo, lo que para un actor es frustrante.
De repente, se involucra con un amigote de esos que nunca faltan, se enreda en cuidar una casa, un departamento sobre una plataforma, muy chico para tanque elevado, muy grande para platillo volador. Ahí Scully es testigo de un crimen. Logra el director rehacer esa trama impresionante de Hitchcock, La ventana indiscreta. No puede dejar de ver Scully por el telescopio, a una joven del departamento de enfrente que baila y se desnuda provocativa. Solo, abandonado porque el compañero, Sam, parte a una gira artística, Scully mira dos noches seguidas a la calenturienta vecina provocándole una excitación pertinaz.
La sigue, la encuentra, la mira, se convierte en un voyerista delicadamente inútil porque, de la nada, aparece un indio, uno de esos que quedan de los viejos tiempos del Oeste, que persigue también a la joven bailarina, la actriz Deborah Shelton. La secuencia es de esas que le dieron fama a De Palma. Una vez que el indio roba algo del bolso de la chica, una vez que evidenciamos que Scully es claustrofóbico, una vez que gira la cámara obnubilando la pasión de ambos, recurso ya utilizado por el director en Estallido, otra de sus más interesantes cintas, encontramos una de las más interesantes historias.
Doble de cuerpo no es solo una repentina repetición de la historia de Hitchcock. Es una propuesta que, en aquellos tiempos de cine mal armado, mal amado, mal formado, resultó ser un oasis en medio de la sala cinematográfica. En ella encontramos los miedos, las revelaciones, la exageración. No es tanto una tragedia como un grotesco símil de la novela negra. Ahí vemos al antihéroe, a la dama en peligro y a la otra chica, la mala, la que vive en la tortuosa red de la pornografía. Sí, De Palma se ufana en contener dos heroínas en su trama de falsas identidades, atisbos por la ventana, seducción en el colmo del velo. Ahí está una película de buenas deformaciones del carácter. De Palma muestra el bellísimo rostro de Deborah Shelton y el delicioso cuerpo de Melanie Griffith, enumerando sus destellos.
Lo siguiente que hace Scully es ver, soltero, solo, tomando licor para olvidar, el mismo baile de su vecina. Ahí, en los agujeros de un canal sórdido, porno, mira a la esplendorosa Melanie Griffith, una actriz porno que protagoniza una cinta XXX titulada Holy does to Hollywood, que en correctísimo español podríamos traducir como Holy se lo hace a Hollywood. Scully no lo puede creer. Va y hace casting. El casting para introducirse en el mundo del porno siempre fantástico, extremo, apasionante. Ya hablaremos de él.
Scully encuentra a la bella Holy. Tienen una escena más soft que gang bang y de ahí, Scully representa nuevamente otro rol, el de productor. Saca a la joven a tomar una copa y la lleva a su departamento. Ahí la increpa. Sabe que ella es la doble de cuerpo, que es alguien que aparece en lugar de un actor en algunas escenas, o en lugar de una persona famosa en público, generalmente donde se ve su cuerpo, pero su rostro no se ve claramente. A menudo se contratan dobles de cuerpo si un actor no quiere mostrarlo todo en cámara.
Holy es la doble de cuerpo de la vecina caliente… Entonces el espectador sabe que la vecina no es la del baile, que lo es la actriz porno y que el entramado funciona para convertir al solitario y claustrofóbico actor en testigo de un crimen… y que nadie debe creerle porque para eso se ha esmerado el asesino.
Esta película guarda todos los miedos, la excitación, la pasión de las buenas historias, cualidades todas de aquel cine de los ochenta, más preocupado por contar bien que por mostrar bien. Resuelve el director con un detalle de la obra de Shakespeare. Contratado otra vez por la película del vampiro, Scully retorna al cine. La doble de cuerpo entra a la toma porque la actriz es actriz, no va a estar enseñando sus delicadas formas. Tras las cámaras, Holy le dice que con esta escena va a ser famosa. Scully es el vampiro, se prepara para succionar la sangre… Y el espectador comienza a preguntarse si todo lo ocurrido no es sino una traslación del argumento original. Y en ese momento, creo que De Palma estuvo feliz con la idea.
Antes está la otra película voyerista de De Palma, Estallido (1981) con John Travolta y Nancy Allen. Ahí vuelve el artista sobre la excepción de lo que ve, o cree ver, la mirada. El ojo es el arma del espectador, el director de la cinta es el alma. Es el que pone en escena lo que ve el que ve. A veces lo que ve el que ve no es precisamente lo que quiere ver. Muchas otras cintas aparecieron a raíz de estas de De Palma. Después lo capta Hollywood y le dan La hoguera de las vanidades (1990) o Dominó (2019). Y ahí lo perdimos.