/ miércoles 19 de junio de 2024

Artilugios / 10 años si Gabriel García Márquez

10 años sin Gabriel García Márquez.

Un amigo escritor a quien respeto mucho dice que los aniversarios sirven para reivindicar, o no, al homenajeado. ¿Quién se acuerda del aniversario, luctuoso o del natalicio, de José Echegaray o de Sully Prudhomme, ambos premios Nobel de Literatura en su momento?

García Márquez tiene la característica de triunfar siempre. Octavio Paz y él no podían verse. García Márquez decía que Paz tenía muy mala leche al decir que Cien años de soledad era una copia, no descarada creo, de la novela de la esposa de Paz en se momento, Los recuerdos del porvenir, Elena Garro. Cosas de genios.

Aunque ahí sí podríamos hacer un escaño, breve por supuesto. Vargas Llosa, Fuentes, Donoso, por citar algunos de los más interesantes autores del Boom latinoamericano, son intelectuales, así como Octavio Paz. García Márquez es un genio.

Comparemos las novelas, nada más, de los tres. Vargas Llosa, 23; Carlos Fuentes, 20; José Donoso, 6. Cortázar, 24 o poco más. ¿Cuántas novelas tiene el colombiano? 20.

Es decir, ahí se van dando. Pero las novelas del premio Nobel tienen algo que no tienen muchas de las otras. Son entrañables. Quien más se acerca a él es Cortázar que siempre tiene una historia interesante, conmovedora, feliz o triste. Es decir, los cuatro colegas del Boom son intelectuales.

Repito, García Márquez es un genio. Y la diferencia estriba en… Que todos los libros del colombiano son perfectos. Las de los otros están bien escritas, claro. Pero es importante que veamos sus historias entrelazarse en un universo mágico, ese que ahora todos se ufanan en definir. Realismo-mágico dicen como si lo conocieran de toda la vida. La fantasía de García Márquez es imperiosa, nada sutil. Se lanza al vacío con encono.

Se fortalece con cada nueva historia, se da el lujo de crear notas a Cien años de soledad, en cada volumen de cuentos. Reunidos en un solo libro de SEIX Barral, los cuentos de García Márquez nos brindan esa sensación de ya conocer las anécdotas. Probablemente, la vocación de periodistas de todos los integrantes del Boom se ve reflejada en su narrativa. Poca poesía, solo Cortázar se atrevió a reunir sus poemas en un poemario titulado Salvo el crepúsculo.

En los cuentos o novelas de García Márquez hay eso que vemos desde niños, la abuela que cuenta cuentos, la chica que escapa y la familia no lo acepta, el abuelo que no cede ante los embates de la modernidad o la historia del incesto que todas las familias en las distintas comunidades de América Latina padecen. Mira nada más, artilugista que me lees asombrado. Esto lo retoma nuestro autor de Juan Rulfo. La vida de las comunidades de nuestro continente era desconocida. Era materia de antropólogos. García Márquez la saca del marasmo académico y la incrusta en el arte. Es su lugar. Las peripecias de la familia Buendía y de todas las familias alrededor, de todos los clanes consistentes en la matriarca, los hijos, el esposo que enloquece, son parte de nuestro entorno. Nadie más, salvo Rulfo, dio a conocer estos niveles para enriquecer la Literatura de nuestro continente.

Por otro lado, la posición política de nuestro reseñado ofreció pasto para quienes no gustaban de su fama. Paz, el grupo Vuelta, los intelectuales orgánicos atacaban al premio Nobel por su cercanía con Cuba, con castro específicamente. Nicolás Alvarado dice que debió ser difícil para García Márquez mediar con el comandante cuando ordenaba muertes y encierros para esos intelectuales que no comulgaban con la nueva Cuba. García Márquez, dice Alvarado, fue ese Petronio que mermaba la ira del comandante. Quizá le decía, No te enojes, déjalo en paz. Vamos a tomarnos otro ron. ¿Dónde estaba García Márquez cuando el caso Heberto Padilla? Buena pregunta, espero alguien la responda.

En fin, el premio Nobel colombiano goza de muy buena salud literaria. Su libro más reciente, Nos vemos en agosto, parece que tiene esas ventas multitudinarias que gozó en vida. Memorias de mis putas tristes el libro final no valió la pena, él señalaba como su novela preferida El amor en los tiempos del cólera, escrita después de mucho no escribir. Cien años de soledad, en sus propias palabras, es la novela que todo escritor debe escribir, porque así exorciza a la familia, el primero de los demonios que hay que vencer.

La familia nos aherroja con grilletes y fuerzas invisibles. Nos hace ser rectos y nos suelta en un lugar de malditos. La vida allá afuera decía mi padre, es una jungla. Tu casa es el lugar donde te sentirás bien siempre. Las enseñanzas de la escritura son correctas si las definimos en otro libro del autor que nos ocupa. Cómo contar un cuento es un libro más de creación colectiva que de narrativa.

Ahí, en ese mítico taller de guionismo impartido por García Márquez encontramos la discusión de cómo te enfrentas a esa historia que quieres contar. Uno de sus más intrépidos asistentes era Senel Paz, al que podríamos preguntar qué necesitaba de la inteligencia garciamarquiana. Pues ahí lo ves, aportando, discutiendo, señalando como cualquiera otro de los alumnos. El joven escritor que aprende del escritor consagrado. Una muestra de modestia y humildad que no tienen ni los jóvenes autores ni los consagrados.

Desde hace 10 años en que nos dejó García Márquez, en abril de 2014, no podemos encontrar otro autor que se le parezca. Sí, de acuerdo, no podría ponerlo sobre José Lezama Lima. El colombiano fue colaborador en el encierro del autor de Paradiso. Para Lezama no hubo gracia que pidiera el premio Nobel. ¿Porqué? Solo él, Lezama Lima y el comandante podrán saberlo. No puedo ver con buenos ojos su apoyo al regimen castrista. No puedo.

Solo puedo admirar sus novelas, muy bien hechas, salvo las Putas tristes o su ensayo al que tituló, provocador como siempre, Yo no vengo a dar un discurso, causando el revuelo sobre la permanencia o no de la letra H en nuestro universo de palabras. Admiro a ese García Márquez, sí. Al otro no. Lo mejor es que a ese otro es fácil olvidarlo.